Juntos, tan en sintonía que rompíamos con todo lo previamente establecido.
Tan compenetrados que atraíamos la envidia y desconfianza de quien lo veía desde fuera.
Y luego eran ellos los que no paraban de mirarnos.
Confianza y recelo, porque, repito, acabábamos con todo aquello que la gente creía conocer, y aunque nos admiraban, parecía ser que intimidábamos.
Incluso yo, que lo veía desde dentro, admiraba con miedo lo que éramos y formábamos.
Y aun así, eras la paz dentro de mi huracán.
Afirmo incluso que en nuestro recuerdo encuentro todavía la calma en la tormenta.
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